miércoles, 6 de agosto de 2008

Dostoievski, el primer errorista.



¿Por qué habré querido decir que un asesino en la literatura pudo ser inocente? ¿Podría alegar que comprendí mal la obra? ¿Tendría que aceptar que aquello fue un error? Es que no fue Dovstoievsky el que quiso liberarlo de su culpa. Fui yo.
Mi interpretación de la obra había sido que Rodion Raskolnikov era un hombre en busca de una revolución, acosado por su época, estafado por una usurera. Había pensado que ese dinero le serviría para financiar su revolución, y que la muerte de aquella mujer estaba justificada, porque el pintor estaba dispuesto a pagar las culpas que le correspondían a otra persona. ¿Fue una trampa?
La culpa le pesa sobre el alma, eso se le nota. El asesinato no está nunca justificado, o legitimado, desde ningún lugar. ¿Cómo pude haber pensado que ese crimen merecía la inocencia? Sinceramente había creído que aquella aparición del pintor era confusa, que no quedaba claro quién le atribuía esa responsabilidad, ¿fue su propia locura o fue un policía? ¿Fue Dovstoievsky?
Me pregunto hasta que punto entendemos lo que una obra nos quiere decir, y hasta qué punto solamente vemos lo que podemos ver. ¿Perdón? ¿castigo?
Estoy demolido, una situación detrás de lo otra, todo está llevado hasta el dolor. ¿Hasta dónde puede llegar el sufrimiento? Quizás hasta la muerte. Y seguramente todo en la historia tiende a incriminarlo, a Rodión, a hacerlo el responsable de sus actos, de lo que le hace a terceros y a sí mismo, de lo que hace de sus ideas. Pero yo pensé que el pintor se incriminaba solo, que se hacía culpable del asesinato ajeno por la intervención del autor en la obra. ¿Qué me quería decir sobre lo que yo estaba viviendo esa interpretación? Pude haber sido un monstruo, y quizás todavía puedo serlo, sin saberlo. El temor que me genera ser capaz de equivocarme, la lectura de mis errores, y mi arrepentimiento. No quiero leer lo que he escrito. Tendría que borrarlo todo. Siempre quise escribir un libro que muestre el movimiento, porque yo he partido de un lugar, y he llegado a otro. Quise representar esa posibilidad, pero verme allí, tan lejos, tan triste, tan solo, y tan ciego, me hacen pensar en que todavía puedo estarlo. No voy a borrar lo que he escrito aunque ya lo he hecho, lo que he interpretado, no voy a negarme a mis conclusiones. Me entregaré a ellas, esperando que en algún momento algo de lo que diga sea esclarecedor.
Comprendo que en determinadas circunstancias sea correcto generarle un problema a alguien, la necesidad de movilizarle. ¿Pero qué pasa con lo que movilizamos sin saber a dónde va? ¿Debería condenarme al silencio por ser capaz de equivocarme?
Y Usted me dirá, ¿Por qué los limito a mis preguntas? Porque no puedo exponerles lo que me las generó a mí. Quisiera ser dueño del hubiera, para quitarme partes del pasado, y sin embargo, todo lo que he tenido que pasar para llegar hasta aquí. Comprendo la mayor parte de mis incoherencias, pero de algunas otras todavía no puedo reírme. ¿Fue Nikolka? No.

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