martes, 5 de agosto de 2008

La posibilidad de lo imposible


Sobre la política

El primero lo increpa, le dice que tiene principios, que no se crea.

El segundo le dice que eso no es una novedad. Todos tienen principios.

El primero frunce el seño y las axilas.

El segundo se expande hasta reventar.

En un círculo el principio puede ser cualquiera, solamente hay que tomar una decisión y marcar un comienzo, los principios son decisiones, no existen como verdades ontológicas.

Todos tenemos principios, sólo que algunos creen que los suyos tienen algo así como validez y otros creemos que todos son válidos porque son propios, se pretenecen. La decisión descubre el principio, el error lo transforma en certeza al negarle su universalización y presentarlo como tangente, una más entre las infinitas posibilidades intrascendentes. Todo ente necesita creer que los otros entes, en tanto diferentes, poseen menos validez para reafirmar su propia unicidad y justificar su propia posición. Todos compiten por imponer una verdad única y propia, de esa forma el otro es siempre menos, y el uno siempre más. La jerarquización necesaria aparece por la carencia ontológica de todas las decisiones. Si en lugar de pretender algo que no existe se afirma mediante el error el poder aparece, como mínimo, innecesario.

¿Por qué peleamos por ser esclavos y no por ser libres? Porque le tenemos miedo a la libertad, es más fácil tomar las verdades ya digeridas que masticarlas. Entonces el error es la caída de todas las verdades y la necesariedad de una nueva ontología de los principios.

En lucha a muerte contra todo lo existente.

La sociedad es hija del miedo a la muerte, somos sujetos en tanto capacidad de cultura, en tanto sociedad, ese fue el principio. Nos juntamos para trascendernos, para que alguien nos recuerde. Y así nació el lenguaje como forma de memoria. Nos obligamos a la esclavitud porque creemos que la sociedad nos recordará si somos obedientes, si hacemos todo como corresponde. En el fondo somos esclavos porque tenemos miedo a morir, porque no aceptamos nuestra intrascendencia. Somos esclavos de la maquina que nos cuida de las incertidumbres, somo esclavos del miedo.

Entonces el error permanente será el arma para la gran catástrofe, la que disloque el principio ordenador de todo lo que pretende trascender su inmanencia.

Ese maravilloso día ya no habrá sociedad a la que obedecer y todos serán libres, será su propia elección.

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