martes, 5 de agosto de 2008

Perversión delirante, el error como tangencialidad.


La realidad aparece construida en pliegos, en submundos coherentes en sí mismos que representan un error de la totalidad y una afirmación de la certeza en su particularidad.

La perversión entendida como compulsión no productiva no pretende trascenderse ni satisfacerse, se concentra en el goce conciente por carecer de un fin externo, la perversión es la anulación del otro, del mundo como carencia, es la anulación del displacer por la expansión total de los límites.

El delirio representa un papel fundamental, la representación es imposible por definición en tanto que la totalidad jamás será igual a ninguna de las partes expresables. Todo lo pronunciable de esta totalidad será necesariamente un error y una certeza, una dualidad. Entonces el delirio consiste en la polarización de esa relación de no necesariedad inherente a lo expresado, es abandonar lo dual y profundizar en la inciertidumbre contenida en toda expresión.

Lo tangencial es intrascendente al todo, es parte de su límite pero no carga con la pretención de representar ni ponerse en lugar de, no se constituye nunca en significado ni acepta ser significante alguno. Lo tangencial se relaciona con la plenitud del goce perverso mediante el delirio, se desprende como un detalle intrascendente, como una posibilidad imposible carente de toda coherencia. En lo perverso se realiza lo incierto como potencialmente absoluto por su capacidad de silencio. Se supera la necesidad de comunicacion, ya no se habla ni se es hablado, lo tangencial presenta a la historia desde su no ser esa historia.

El error es la pertinencia a la hora de hablar. Toda expresión en su intrínseca pretensión de trascendencia produce, con su expectativa comunicacional, una ruptura de lo inmanente, toda perversión es absoluta en su inmediatez no comunicativa.

Entonces el delirio nos devuelve la posibilidad de pronunciar. La incapacidad de recuperar el absoluto a través del lenguaje nos obliga a hablar tangencialmente, nos obliga a decir solamente aquello que está en los límites de lo posible, sólo aquello que es intrascendente es tangencial. El error es la costra de la tangente, el delirio es la posibilidad de lo intrascendente y la perversión es la fuerza de dislocación que impide la congruencia.

La tangencialidad como método de escritura tiene como consecuencia especifica la formulación de una necesaria muerte de la historia como continuidad comunicativa.

La multidimencionalidad de formatos, personajes, historias y lenguajes intercalados delirantemente nos plantea la necesaria existencia de la historia como imposibilidad en tanto unicidad literaria.

La historia recupera la realidad absoluta en su inconmensurabilidad.

Lo delirante obtiene de esta perpetua distancia una carga trágica inmanente en la exhibición del lector como un constante y mecanizado inventor de coherencias. Se evidencia la construcción significativa presente en todo acto de lectura textual.

Lo exhibido es la farsa frente a la muerte de la historia, es la incapacidad de aceptar que aquello que se representa es inaccesible.

La escritura tangencial es el error hecho literatura, nos plantea expresiones intrascendentes de una historia que se transforma en absoluta por su perpetuo delirio y su consecuente escape a lo imposible.

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