martes, 5 de agosto de 2008

El error, la catástrofe y los rinocerontes.


¿Cuántos cuernos tiene Ionesco?

Los unos se peleaban con los otros. Discutían lógicamente. Pero del problema de la cantidad se pasó al problema del contagio. Corre como con zancos. Se expande hasta entre los que no creían que existía. Ataca y transforma la piel haciéndola gruesa. Lo importante no está en el tamaño. Lo importante, de hecho, salió y dijo que volvía en quince minutos. Pero también esta lo otro. Eso podemos dejarlo ahí. En ese rincón. Para después sorprendernos cuando lo encontramos.



LA HUMANIDAD ENTERA CONVERTIDA EN RINOCERONTES, los que estaban a favor ya tienen cuatro patas, los que estaban en contra no fueron convencidos pero también se unieron a la horda de animales. La protesta es muy sencilla, no hay protesta. Nadie discute algo en particular, pero claramente están en desacuerdo. No hay motivos para continuar con todo este absurdo. Entonces seamos rinocerontes.

Pero después de la literatura queda ese sabor amargo y dulce en la nariz. Nadie puede contestar a esa pregunta, la pregunta, de hecho, no existe. Pero el escenario de contagio nos muestra un dibujo sin manos ni pies sobre una idea maravillosa. El conjurador.

Esta capacidad de transformar lo que existe no es un liquido color violeta que alguien tiró en el agua. Tampoco es una metamorfosis masiva por angustia o protesta. Es muy difícil interpretar o explicar a Ionesco. De hecho, todo lo que no sea reírse es muy difícil con Ionesco. Pero voy a ser atrevido. Sus personajes se EQUIVOCAN.

Casi por error se hacen rinocerontes. Cuando se dan cuenta ya es imposible detenerlos. Todos se equivocan. El error se expande y lo que queda es una catástrofe gigantesca. Ya no queda sociedad. Ya no queda la posibilidad de hablar. Ya nada queda. Siquiera alguien para recordar lo que tenía que quedar.

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