martes, 5 de agosto de 2008

Fantasía


Es una sensación sumamente cerrada. La amplitud de la percepción se somete a la estrechez conceptual. El problema es simplemente una incapacidad estructural de traducción. Frente al arte se plantea exactamente el mismo problema, pero el arte no puede alegar exclusividad, esto puede nacer de un té con leche si es el caso. Cuestión que me empeciné en vano en la tarea de intentar un ordenamiento de ideas que terminó en un rotundo fracaso. La percepción directa de la realidad se considera normalmente una superación de las categorías con las que uno conoce. Es ampliamente sabido que en tanto seres cognitivos, los mamíferos erguidos de dos patas con ojos al frente, lo hacemos por asociación. Vemos, olemos, gustamos, intuimos o presentimos. Nuestras experiencias son la percepción de la realidad. Pero para identificarlas o reconocerlas hacemos un esfuerzo que nos brota naturalmente, el esfuerzo se llama clasificación. Figúrense Ustedes, como en realidad pasa, frente a una percepción potencialmente infinita, pero de la que sólo podemos sacar provecho de una milésima parte de esas potencialidades experimetativas. De todo aquello que somos capaces de vivenciar nos contentamos con aquello que somos capaces de clasificar. De esa manera cuando vemos a una persona con tales o cuales características decimos sin ningún problema que es tal o cual cosa. Esa tan precisa e irreal calificación se debe a que hemos creado un muy complejo aren de conceptos utilizados orgiásticamente en el ejercicio diario de la comunicación. La disposición que hacemos del edificio conceptual es un juego un poco cínico que se realiza entre dos personas, a saber uno y uno mismo. Uno percibe, experimenta una expresión de la realidad, pero para poder comunicársela a uno mismo este le pone como prerrequisito la inconcebible condición de la codificación, es decir que especifique en que categoría cognitiva de las que uno mismo colecciona se puede encasillar la experiencia acontecida. Ante este inusual prerrequisito muchas veces uno responde con la velocidad e inteligencia que siempre lo han caracterizado y responde sin rodeos, esquizofrénico (uno debe también gran parte de su éxito a uno mismo, coleccionista incansable y gran curador de reliquias invaluables). Pero este ejercicio se repite cada vez con mayores exigencias, y uno y uno mismo van perdiendo gradualmente su voluntad de trabajo. De esta manera las limitadas categorías cognitivas aparecen siempre incapaces de contener la abrumadora cantidad de experiencias. Es por eso que uno y uno mismo han procurado una solución alarmante. Llegado una determinada cantidad de categorías toman de la realidad aquellas expresiones clasificables desechando el resto. También en algunos casos excepcionales optan por no desechar sino reencuadrar, que no es otra cosa que moldear la experiencia según la talla y forma de la categoría.

El individuo conoce por comparación, es decir clasifica. Con esto sostengo que las expresiones de la realidad son procesadas a través de las categorías cognitivas con las que el individuo en cuestión cuenta, por lo que al presenciar una experiencia inclasificable se la desecha o simplemente se la adapta al concepto más cercano. Imagínense la cantidad de expresiones que no pueden ser recuperadas de una experiencia extrema de percepción. Todo eso se pierde porque uno mismo no cuenta con los conceptos adecuados para encuadrar la infinita realidad.

Cuando uno se ve abordado sin previo aviso por una experiencia extraña, lo que sufre no es un colapso nervioso, ni una hipotermia, sino simplemente una situación que no se deja reencuadrar. Juro que quise reordenar mis ideas pero me fue imposible entender todo aquellos que había pasado, todo eso que sin lugar a dudas fue más real que cepillarse los dientes a la mañana, todo eso se expresaba en un lenguaje al que no podía acceder ni desde los rincones más alejados y remotos de las colecciones más selectas de uno mismo.

La cuestión es muy simple, nuestro lenguaje es mucho más pobre que el de la realidad.

Esta trágica situación se debe a la dispar naturaleza de ambas formas. Mientras que el lenguaje entiende, se comunica, transmite a partir de palabras construidas conceptualmente, histórica y socialmente, la realidad se expresa. Y esta expresión es potencialmente infinita. Para percibir la realidad debemos desprendernos de todos nuestros conceptos, de todas nuestras categorías, de todos nuestros uno y uno mismo, de todo nuestro ser. En ese momento en que no somos, en ese estado de noser es que tenemos al alcance de la mano las expresiones ricas en matices, gustos, olores, texturas, sonidos y dimensiones que es la realidad. Fuera de este noser el mundo vuelve a ser lineal y monótono. Triste.

Esta potencia de noser que se alberga dentro de cada ser, esta capacidad de negar la propia existencia anula nuestra identidad y nos hace pertenecer por completo a la realidad. Pero ese estado deja sobre nuestra existencia una resaca de contenido inconmensurable, de potencias infinitamente reales que son incapaces de recategorizarse a través del lenguaje. Las potencias del mundo pasan por nuestras mentes como resabios de fantasías, como mundos inexistentes, como ficciones literarias, pero la única ficción a la que tenemos acceso es a nuestra mítica realidad amputada. ¿Que pasa con ese camino de misterios que une nuestra existencia con ese noser en potencia que espera despertar?, ¿Que pasa con nuestro tierno mundo amputado cuando un mundo infinito se encuentra a la espera de un aprendizaje que ya se hizo esperar demasiado? La verdad no lo se.

Estuve un tiempo que desconozco encerrado, pude ver más allá del lenguaje, y ahora siento como me recorren expresiones a las que no puedo llegar por los límites de las palabras. La naturaleza misma de las expresiones de la realidad no mediada hace que aquello que ha sido percibido jamás pueda ser poseído, esa es una triste verdad, la realidad es muy suya, nos permite, solo a veces, jugar con ella, pero nunca nos permite que nos apropiemos de sus expresiones. Ellas permanecen siempre más allá del lenguaje, la realidad permanece eternamente imposible al lenguaje. La realidad jamás será enunciada. Ese es un juego imposible, la cuestión es determinar si también es necesario. Creo en que no lo es, pero no puedo encontrar la posibilidad de que esto ocurra.

La fantasía existe como expresión de lo real. Las formas que cobran los objetos es el resultado de la unión, de la comunión de un significante con su significado. La estrechez de la mirada ha complotado durante mucho tiempo generando un oscurantismo generalizado que ha perseguido por milenios el objetivo de regular y dominar esta relación. La vida de un significante es inmensamente rica en expresiones, en formas, en realidades, pero para que estas realidades del objeto se realicen es necesario un minúsculo ejercicio previo. El mismo consiste en tomar hilo y aguja, y dedal en mano, dedicarse a descoser todo lo atado y reatarlo a mil lugares nuevos, extraños quizás, diferentes seguro, nuevos por supuesto. Una vez atado el significante a nuevos hogares el mismo se sentirá muy a gusto con sus nuevas compañías y seguramente procederá a generar nuevas amistades y nuevos hogares que gustosos lo recibirán con los brazos abiertos, nuevos los brazos también. Con este simple procedimiento habremos realizado la fantasía y con ello construido una realidad que se precie de ser tal.

Si el objeto puede expresarse en muchas formas distintas (entre ciento cuarenta y cinco y un millón trescientas cuarenta y cinco mil seiscientas cuarenta y tres según la humedad ambiente del suelo que lo cobije) la negligencia de nuestra parte consiste en suponer que se puede prefijar un significado en el que el objeto se sienta más feliz (o acaso alguien consultó antes de dictaminar la monogamia significativa). Al entregarle en bandeja al objeto una ilimitada cantidad de significados la forma que cobra es la de la multiexpresionalidad. Un significante que se expresa de formas distintas realiza diferentes expresiones de su existencia generando infinidad de objetos nuevos.

En otras palabras la fantasía es el resultado de la anarquía sexual aplicada a la relación significado significante. La construcción de fantasía libera el proceso de significación generando seres/objetos que circulan por el mundo actualizando nuestras formas de ver y destruyendo el aparato censurador del mirar actual.

La fantasía existe en este mundo. De hecho el mundo entero es fantasía en potencia, pero la normalización de las formas nos atrapa en la opaques. Liberada la mirada, la fantasía se realizará creando la realidad. El mundo actual, con la notable depresión que existe sobre los objetos muy lejos puede estar de considerarse real. Lo que hoy se considera realidad ofendería hasta al más obtuso de los objetos, los cuales han sido obviados intencionalmente durante mucho tiempo mientras a gritos trataron de decirnos que no es posible creer en la realidad a partir solo de una de sus partes. La fantasía es la única forma de realizar la realidad, y es el resultado del ejercicio deliberado de liberación de la actualización de los objetos. Las infinitas expresiones de los objetos, que ahora podrán pasearse por corrientes e inclusive entrar al teatro, permitirán una realidad concreta, expresiva y por supuesto fantástica.

Es necesario permitirle al objeto que se exprese, es necesario dejarlo que se actualice mas allá del propio mirar, es necesario también ver que la realidad es el resultado del conjunto de esas expresiones. Esos nuevos lugares son el mundo mismo, completan la realidad. Si consideramos a la fantasía como toda aquella potencia aun no actualizada de lo real y no como la forma irreal en la que se piensa el mundo nos podemos dar cuenta que la diferencia entre las dos definiciones no esta entre la relación que se hace entre el significado y el significante. En ambos casos el significante se relaciona con nuevos significados, de hecho la fantasía aparece como una violencia aplicada a una relación normalizada. La diferencia entre ambas definiciones es que en la primera la multiexpresionalidad libera al objeto, le permite a este construir la realidad, en la segunda definición esta misma dislocación de la expresión se autodefine como error. Si pretendemos que la fantasía funcione como violencia necesariamente lo que de ella surja será una alteración de la realidad cuando, por el contrario, lo que surge de la fantasía es la realidad misma. Fantástico no es lo irreal, fantástico es aquello es forzado a parecer irreal pero que encierra en su interior la vida misma del objeto.

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